La preocupante verdad sobre las mujeres directivas y el síndrome del impostor

Las remeras de San Juan en pleno esfuerzo, a punto de ganar una regata en Orio, País Vasco, 2003.

En 2020, con la pandemia, tomé la decisión de redistribuir el peso de mi actividad profesional en favor del Coaching Ejecutivo, servicio que hasta la fecha venía prestando de manera complementaria a la Formación. Desde entonces hasta ahora han sido muchos los ejecutivos y directivos de diversos países -hombres y mujeres- con los que he tenido el privilegio de trabajar. Durante estos tres años de dedicación intensiva al coaching he tomado mayor conciencia sobre las claves del liderazgo empresarial de nuestros días, entre las cuales destaca una sobre el resto: se trata de la inexorable expansión del «Síndrome del impostor» entre las mujeres directivas del mundo.

El problema con este mal llamado «síndrome» (todavía no está catalogado clínicamente), es que genera una percepción equivocada de incompetencia en la persona que lo sufre, complejo que se suele intentar compensar transmitiendo una imagen de seguridad y confianza en uno mismo que a su vez produce un estado continuado de alerta, estrés, ansiedad, y alienación, pudiendo incluso conducir a trastornos más serios como el desgaste (burnout), o incluso la depresión. Por supuesto, no son sólo las mujeres directivas quienes se ven obligadas a «simular»: desgraciadamente, el mundo empresarial induce a líderes y directivos a representar un papel profesional con frecuencia bien alejado del auténtico yo. El problema añadido de las mujeres directivas es que, además de esa presión social que todos sufrimos, se ven obligadas a sobrellevar la que genera este síndrome.

– «Bien, ¿y qué? Las mujeres tienen que reivindicar su papel en la sociedad y en el mundo empresarial como iguales de los hombres, a fin de cuentas eso es en en lo que consiste el feminismo, ¿no?».

Para quienes estuviesen tentados de responder así, yo les preguntaria lo siguiente: ¿te has parado a pensar alguna vez que el mundo creado por los hombres fuera del hogar a través de los siglos es bastante peor que el que las mujeres han creado dentro de él? El mundo del hogar es acogedor, confortable, protector, solidario, seguro, alegre, sano. El mundo fuera del hogar -y no me refiero aquí a la naturaleza sino al mundo del trabajo- es competitivo, agresivo, egoísta, falso, fatuo y amenazador. Y por supuesto estoy generalizando, ya que podemos encontrar fácilmente muchos ejemplos que contradigan lo anterior. Pero en realidad sabemos que tiende a ser cierto, de lo contrario no serían tantos los que desdoblan su personalidad en un yo social y otro yo privado, al más puro estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Lo anterior nos habla del hecho comprobado ya científicamente de que, en general, las mujeres son social y emocionalmente más capaces que los hombres. En realidad no nos hace falta la ciencia para revelar algo tan obvio: quien por su edad o experiencia haya tenido ocasión de vivir y relacionarse lo suficiente, sea hombre o mujer, a estas alturas ya se habrá dado cuenta de que se trata de una verdad evidente e incontestable. Así que aceptémosla y reconozcámosla con honestidad y justicia.

Ahora bien, si estás de acuerdo con esta tesis también llegarás a la conclusión de que «el mundo exterior» (el del trabajo), ha sido planeado y construido por «la gente inapropriada» (los hombres), algo que ahora necesita ser reparado. Y estamos en ello, no hay duda, gracias a la iniciativa del movimiento feminista y al esfuerzo masivo de la sociedad en su conjunto, esa es la buena noticia. Pero también hay malas noticias: la «gente inapropiada» sigue al mando, la sociedad sigue siendo gobernada mayoritariamente por el género masculino. El problema aquí es que quienes tienen la capacidad de cambiar el sistema (las mujeres), son víctimas de una pandemia global que limita su auto-confianza, y con ello se limita también la necesidad imperiosa de reequilibrar el reparto de poder en la sociedad. Por si fuera poco, la naturaleza misma de ese «síndrome» hace que las mujeres eviten comentarlo con sus colegas hombres, quienes en su gran mayoría viven y trabajan totalmente ajenos a un problema tan serio y extendido. Y ya de postre, también tienden a evitar comentarlo entre ellas mismas, algo que es imprescindible para tomar conciencia y combatirlo.

Así que llegado a este punto no podemos menos que decir: «Hombres del mundo, necesitamos ser conscientes de la gran cantidad de mujeres directivas, ejecutivas, profesionales en definiva, que luchan por progresar en sus carreras en un mundo todavía eminentemente masculino, y que al mismo tiempo se ven obligadas a luchar contra un complejo de inferioridad educacionalmente adquirido del que no son responsables». Esto es una injusticia mayúscula con la que hay que acabar cuanto antes en las organizaciones de nuestro tiempo.

Los profesionales de Recursos Humanos deberían estar pensando seriamente en este problema y en cómo afrontarlo de forma directa y abierta en sus organizaciones, poniendo en marcha programas de información y formación dirigidos tanto a mujeres como a hombres directivas/os. Estoy convencido de que la mayoría de estos últimos no desean otra cosa que apoyar a sus colegas mujeres, pero para ello necesitan conocer y entender el problema.

Nos encontramos en medio de la mayor revolución social de la historia, una que realmente está cambiando el mundo a mucho mejor, no como la tecnología espúrea, las redes sociales banales, o la engañosa inteligencia artificial. Estamos hablando ni más ni menos que de recuperar el olvidado, marginado y denigrado 50% del potencial de la Humanidad, algo verdaderamente magnífico y descomunal. Tomemos la iniciativa y no esperemos a que sean «las demás» quienes lo resuelvan.

Daniel Siles 2023