Coronavirus, Teletrabajo y Autonomía: una oportunidad de oro para la empresa española
«Crisis es oportunidad», lo oímos hasta empalagar durante la última crisis, pero en realidad se aplica mucho mejor en este momento de crisis inesperada.
Me sigue sorprendiendo el interés que despierta entre mis clientes y amigos la supuesta libertad atribuida a quienes trabajamos por cuenta propia o quienes decidimos emprender en su día, como si viviésemos en una especia de Arcadia del libre albedrío donde podemos levantarnos a la hora que queremos y trabajar cuando nos apetece. En realidad esto es un mito que para algunos incautos que intentan la aventura del autónomo se convierte en una muy desagradable sorpresa, pues de hecho la disciplina personal requerida para trabajar de forma independiente es mucho mayor que la del trabajo por cuenta ajena, donde ya existen unas reglas establecidas por la empresa. Y sí, es cierto que se tiene una cierta libertad en lo que se refiere a la organización del tiempo individual, pero no mucha más de la que tienen trabajadores por cuenta ajena en empresas con una organización moderna.
Otra de las cosas que se suele envidiar a los trabajadores autónomos o a los emprendedores es el hecho de no tener jefes. Y sí, es cierto que no los tenemos en el sentido convencional del término, pero sí en un sentido más actualizado: nuestros jefes son nuestros clientes. Ellos y nadie más dictan nuestras prioridades y condicionan la distribución de nuestro tiempo, un ejemplo del que muchas empresas altamente jerarquizadas podrían sacar provecho si pusiesen su organización (verdaderamente y no de boquilla), al servicio de sus clientes.
Pero volvamos a la libertad del autónomo. Según nuestro amigo Daniel Pink las claves de la motivación individual en el trabajo son tres: Propósito, Maestría y Autonomía, que curiosamente se corresponden bastante bien con nuestros viejos amigos Querer, Saber y Poder. Es decir, el conocer para qué sirve nuestro trabajo (Propósito), el poseer las capacidades para desempeñarlo de manera excelente hasta dominarlo (Maestría), y el disponer de la libertad necesaria para realizarlo de la manera que consideremos más adecuada (Autonomía).
Pues bien, a pesar de lo intuitivo que resulta lo anterior (por no hablar de la evidencia científica que lo avala), en España siguen siendo aplastante mayoría las empresas que continúan empeñadas en tener a sus empleados encerrados en un redil como si de ovejas se tratara, proclamando que ello contribuye a la comunicación, la camaradería y el espíritu de equipo (que también podría ser), cuando en realidad lo que se persigue con ello es la supervisión y el control, comportamientos directivos esencialmente paternalistas. Lo hemos podido ver bien estos días de arranque del confinamiento por la epidemia de coronavirus: es sorprendente cómo a pesar de tomar medidas tan drásticas, el Gobierno de España no se ha atrevido a prohibir acudir al sacrosanto «puesto de trabajo», tan sólo a recomendar el teletrabajo «cuando sea posible», anulando así el enorme sacrificio que supone el confinamiento de la población en sus domicilios. Esto para mí denota, al menos en buena parte, no sólo la concepción presencialista del trabajo en España sino fundamentalmente la mentalidad paternalista e infantilizadora: trabajar es acudir a un lugar donde alguien te dice (jefe-padre), lo que tienes que hacer (empleado-niño). Esa y no otra sigue siendo por goleada la acepción mayoritaria del concepto «trabajo» en esta España nuestra, desde Fisterra hasta Cabo de Gata y desde Ayamonte a La Junquera, pasando por Irún. Ni Cataluña, ni País Vasco, ni Madrid, ni nada, aquí no hay absolutamente nadie especialmente moderno en esta cuestión, y lo dice un consultor y formador de Organización y RRHH que lleva trabajando por cuenta propia hace más de quince años, cruzando España de Norte a Sur y de Este a Oeste, con clientes en todas las comunidades autónomas, y que además ha vivido y trabajado en varias de ellas a lo largo de su vida. En esto, somos todos igual de rancios y anticuados, salvo contadas excepciones de organizaciones avanzadas que apuestan por la madurez y la responsabilidad individuales, y para las que el teletrabajo no es un fin en sí mismo ni una medida de conciliación, sino una herramienta de productividad lógica y necesaria.
Pero hoy en realidad sólo quería hacer un alegato en favor no ya del teletrabajo, sino fundamentalmente de lo que éste implica: la confianza y la convicción de que en realidad la mayoría queremos dar lo mejor de nosotros mismos si se nos proporciona la libertad para realizar nuestro trabajo de la manera que nos parezca más adecuada, lo cual incluye por supuesto la libertad para organizar nuestro tiempo. Si el empresariado español aprovecha esta oportunidad para acrecentar ese capital-confianza hacia y entre sus emplead@s, la empresa española habrá sabido aprovechar con creces una de las grandes oportunidades que se desprenden de esta crisis.
A 19 de marzo de 2020, Día del Padre.
Daniel Siles – Consultor y Formador – SYNAPSIS Business & People SL – https://synapsis.es